miércoles, 7 de octubre de 2009

Hace un calor de los mil demonios, la boina (que en últimos años siempre me acompaña) hace que mi cabeza se incendie en mil ideas, el sudor escurre lento por mi frente, el ruido de los automóviles, del transporte urbano y su recorrido incesante sobre el pavimento hirviente vuelven el entorno bastante sofocado. Mierda, creo que tomar café tranquilamente no resultó como pensaba.




El fino deslizar del hilillo del humo del tabaco gira en círculos, mientras, contemplo los carteles que anuncian los eventos próximos en la ciudad, eventos que ahora abundan, y que de alguna manera y sin caer en falsas emociones, hacen que esta ciudad comience a interesarse en la cultura, a moverse, a despertar. Fumo tranquilamente, permito que el humo recorra mi boca y exhalo lentamente, bebiendo e intentando que el entorno desaparezca aunque sea de mi mente y tener unos minutos de paz.


Mientras todo esto sucede, pienso, y pienso bastante. El transcurrir del tiempo ha hecho su labor y mi camino está en marcha, imagino el futuro, veo rostros y situaciones, vislumbro cómo y dónde quiero estar, cierro los ojos y les miro y les abrazo, porque en la distancia de las imágenes, escucho su voz y le huelo, persigo sus pasos y le auxilio, los abrazo y me pierdo en la felicidad que ha permitido crecer ante miradas ciegas, falsedades y pendejadas que a todos nos persiguen, aunque tengo que confesar: Creo ser imán para las tragedias y el interés absurdo y desbordado, quizá yo lo provoqué, quizá sólo sea mi puta suerte.


Observo el lindo candil que adorna el lugar, sus malditos focos parecen ser causa de un incremento a la temperatura; como si se necesitara hacer el ambiente más incomodo, creo que quiero quitar cada uno de sus foquitos estéticos y pisarlos, quizá así el sudor deje de entrar en mis ojos y el viento sople por fin y puedan ver que el llanto se ha convertido en reto y las dudas en nuevas formas en busca de equilibrio, con un libreto escrito que yo dirijo y que por el momento cuenta con un reparto. No siempre seré el chico bueno y dispuesto, pero tampoco nunca dejaré de serlo, nunca seré un bastardo, pero lo soy.


Sorbo a la tasa de la catarsis y observo las posibilidades a la carta… Pienso en un whisky en las rocas, los días avanzan y el café, las bebidas energéticas y el agua comienzan a aburrirme en demasía, y fumar no es la solución a todo. Razono y me doy cuenta que entre estas fashion paredes verdes a rayas y sillones retro por alguna razón estoy aquí, por algo tomo licor, y por algo he dejado su deliciosa seducción, y no es debilidad o fuerza, simplemente las personas eligen.


Funciono entre vicios, las neuronas del sexo, juego, las fiestas, el alcohol o cualquier cosa que pueda llevarme de paseo a un lugar diferente, sin necesidad de gasto extra, son el motor de la materia gris, sin embargo eso no me exenta de recorrer este piso de granito, viejito, retro, tan de moda… En realidad este es un buen lugar, ojalá no estuviera haciendo este maldito calor.


Llegó el momento de aceptar que necesito continuar con la rutina y dejar de lado los pensamientos y el hedonismo, es hora de ser funcional y de satisfacer y satisfacerles, es hora de intentar terminar los más pronto posible y volver al hogar, donde me esperan amor, abrazos, besos, risas y pañales. Es el momento de mi realidad, ajena a juicios sin conocimiento, alejados y enajenados con un falso apoyo a manera de observación divina, de arriba, de lejos. Es tiempo de continuar mi rumbo por sólo $23 pesos del café con descuento (es que soy vecino y tienen esa promoción), que me autorizan a retirarme del lugar.

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